sábado, 24 de mayo de 2014

La vaca

El grito retumbó hasta dentro del billar, donde los ociosos estaban perdiendo el tiempo como siempre. La voz inconfundible de Doña soledad nos hizo correr pues siendo ella una dama muy calmada, algo muy fuera de lo común debió haber sucedido para hacerla gritar así y en una comunidad como la nuestra donde lo más grave que había sucedido fue la caída del letrero del negocio de Don Miguelito logró que a más de uno se le erizaran los cabellos. El miedo hacía que mi corazón retumbara y si no fuera porque soy muy fuerte y sano seguro me habría dado un ataque. Llegamos sin aliento a la rotonda donde se había reunido ya una gran cantidad de gente pero no vi nada raro al principio. Entonces ella señaló hacía el centro y fue cuando comprendimos. La comunidad, que no era tan chica como para llamarla pueblo ni tan grande como para ser una ciudad, se sentía orgullosa de sus raíces y sus tradiciones. En el centro de la rotonda habíamos puesto como símbolo de nuestras riquezas una vaca de tamaño natural que se fabricó con los trebejes que a todo el mundo le sobraban en sus casas. Habíamos hecho un gran esfuerzo para mandarla a dorar con todo el oro que pudimos conseguir, aún así era solo una capa de pintura de oro, todos lo sabíamos. La vaca no era de oro, aunque parecía. Pesaba varias toneladas. Ahora en el centro de la rotonda se veía un hueco vacío, nuestro orgullo había desaparecido. La gente comenzó a murmurar, corrían sin sentido de un lado a otro pasando la noticia. Sólo un imbécil pudo haberla robado, de eso no nos cabía la menor duda. Un tonto que se llevaría el chasco de su vida. Pero la pregunta general era ¿Cómo pudieron llevársela sin que nadie lo notara?. Ya dije que la comunidad no era muy grande y todos nos conocíamos pero además la rotonda estaba en la plaza central rodeada de casas y comercios. ¿A qué hora y en qué momento pudieron haberla robado?. Pasamos días muy tristes tratando de averiguarlo. Ahora que el tiempo ya pasó, aún sentimos un vuelco en el pecho cada que pasamos por el hueco que quedó en la rotonda. No quisimos volver a poner nada ahí, para qué, nada reemplazaría nuestra querida vaca.

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